Nuestro organismo es una maquinaria en constante actividad.
Cuando la activación de nuestro organismo es baja, nos encontramos en un estado de reposo y relajación.
Cuando la activación de nuestro organismo es alta, entonces nos encontramos en un estado de estrés.
De manera que el Estrés es un estado de elevada activación del organismo.
Ante la propia percepción de esta elevada activación del organismo, el sistema nervioso comienza a buscar la causa:
- Si encuentra la causa de la elevada activación (Estrés) en el entorno presente, como puede ser una situación de peligro (p. ej.: un incendio que debemos apagar) o una actividad física intensa (p. ej.: en los últimos metros de una carrera de atletismo un competidor trata de alcanzarnos) se da por satisfecho y no busca más causas.
- Si no encuentra la causa de la elevada activación (Estrés) en el entorno presente (no está en una carrera y no hay incendio que apagar) puede entender que la situación de peligro o que requiera un elevado esfuerzo está por venir, y se prepara para enfrentarla (Ansiedad).
- Si no encuentra la causa de la elevada activación (Estrés) en el entorno exterior presente, puede pensar que está por venir y se prepara para enfrentarla (ansiedad) o también puede pensar que la causa está en el interior del propio cuerpo, que el peligro o la emergencia viene de adentro (Pánico).
Tanto si la interpretación que hace el sistema nervioso sobre la causa de la elevada activación del organismo (Estrés) ante la inexistencia de un peligro, amenaza o situación de esfuerzo presentes en el exterior, sea que la situación amenazante o que requerirá todas nuestras energías se presentará pronto desde el exterior (Ansiedad) o sea un problema del interior del propio cuerpo (Pánico) el estado de alarma y de activación fisiológica se acentúa (Angustia) lo que favorece que el estado de vigilancia al futuro amenazante (ansiedad) o a una posible emergencia proveniente del interior del cuerpo (pánico) permanezca por más tiempo, formando el circuito de retroalimentación característico que tiende a desencadenar distintos Trastornos de Ansiedad.
Pablo Pérez García, Psicólogo O-2138
Experto en Psicopatología y Salud.
Según Criterio Oficial Diagnóstico DSM-IV:
La característica esencial del Trastorno de Ansiedad Generalizada es la ansiedad y la preocupación excesivas (expectación aprensiva) que se observan durante un período superior a 6 meses y que se centran en una amplia gama de acontecimientos y situaciones (Criterio A). El individuo tiene dificultades para controlar este estado de constante preocupación (Criterio B). La ansiedad y la preocupación se acompañan de al menos otros tres síntomas de los siguientes: inquietud, fatiga precoz, dificultades para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular y trastornos del sueño (en los niños basta con la presencia de uno de estos síntomas adicionales) (Criterio C).
Las situaciones que originan ansiedad y preocupación no se limitan a las que son propias de otros trastornos del Eje I, como el temor a sufrir una Crisis de Angustia (Trastorno de Angustia), el miedo a quedar mal en público (Fobia social), a contraer una enfermedad (Trastorno obsesivo-compulsivo), a estar alejado de casa o de las personas queridas (Trastorno por ansiedad de separación), a engordar (Anorexia nerviosa), a tener múltiples síntomas físicos (Trastorno de somatización) o a padecer una grave enfermedad (Hipocondría) y la ansiedad y la preocupación no aparecen únicamente en el transcurso de un Trastorno por estrés postraumático (Criterio D).
Aunque los individuos con Trastorno de ansiedad generalizada no siempre reconocen que sus preocupaciones resultan excesivas, manifiestan una evidente dificultad para controlarlas y les provocan malestar subjetivo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de actividad (Criterio E).
Esta alteración no se debe a los efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas, fármacos o tóxicos) o a una enfermedad médica general y no aparece exclusivamente en el transcurso de un trastorno del estado de ánimo, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del desarrollo (Criterio F)
La intensidad, duración o frecuencia de aparición de la ansiedad y de las preocupaciones son claramente desproporcionadas con las posibles consecuencias que puedan derivarse de la situación o el acontecimiento temidos.
A estos individuos les resulta difícil olvidar estas preocupaciones para poder dedicar la atención necesaria a las tareas que están realizando, y todavía les cuesta más eliminar aquéllas completamente.
Los adultos con Trastorno de ansiedad generalizada acostumbran a preocuparse por las circunstancias normales de la vida diaria, como son las posibles responsabilidades laborales, temas económicos, la salud de su familia, los pequeños fracasos de sus hijos y los problemas de carácter menor (p. ej., las faenas domésticas, la reparación del automóvil o el llegar tarde a las reuniones).
Los niños con Trastorno de ansiedad generalizada tienden a preocuparse por su rendimiento o la calidad de sus actuaciones.
Durante el curso del Trastorno de ansiedad generalizada el centro de las preocupaciones puede trasladarse de un objeto o una situación a otros.
Pablo Pérez García
Experto en Psicopatología Y Salud
e-mail: pablo@akapsico.com
Teléfono: 629 835 699
En la mayoría de las Fobias (tanto Fobias Específicas como Agorafobia) se puede constatar una relación directa con un Trauma Psíquico padecido por la persona con anterioridad al desarrollo del trastorno. Este Trauma Psíquico puede ser recordado por el paciente previamente al tratamiento, o ser recordado por este en el transcurso del tratamiento con Técnicas de Reprocesamiento e Integración Cerebral (EMDR, TIC, etc.)
Como antecedente histórico es interesante citar a Pavlov (1849-1936) y sus experiencias con reflejos condicionados en perros, a partir de los cuales el norteamericano John B. Watson (1878-1958) creador del movimiento conductista, indujo una Fobia hacia un conejo blanco en un niño de un año de edad (“el pequeño Albert”) al asociar la presencia de ese animal con un ruido intenso. Luego el niño generalizo su temor hacia los objetos peludos y blancos. Este modelo fue llamado “condicionamiento clásico”.
Se puede afirmar que de esta manera generó una Fobia a partir de un Trauma Psíquico, pues para un niño de un año un ruido intenso es amenazante y hasta puede ser traumático.
Sin embargo, se dan casos en que la persona presenta una Fobia Específica pero no parece existir un Trauma Psíquico relacionado, el paciente no tiene ningún recuerdo traumático que identifique como posible responsable de dicho malestar.
Esto puede deberse a que la situación traumática fue de tal intensidad o fue vivida con tanta angustia, que la mente de la persona decidió crear una amnesia para protegerla de un recuerdo tan doloroso. Esta estrategia pudo ser útil en aquel momento pero, en la actualidad, está contribuyendo a la permanencia del trastorno. El recuerdo de aquel momento permanece en la persona “disociado”. Estas Disociaciones (recuerdos o aspectos de recuerdos reprimidos, censurados y apartados) tienden a aparecer en el transcurso del tratamiento con Técnicas de Reprocesamiento e Integración Cerebral (EMDR, TIC, Cromo-TIC, etc.)
Otra razón por la que una Fobia puede parecer no estar ligada a ningún Trauma Psíquico es que este corresponda a una etapa muy temprana del desarrollo, a los primeros años de vida (Trauma Temprano), entorno al nacimiento (Trauma perinatal) e incluso anterior (Traumas intrauterinos y prenatales).
En todo caso, el tratamiento con Técnicas de Reprocesamiento e Integración Cerebral (EMDR, TIC, Cromoterapia Auricular para el Trauma Psíquico, Cromo-TIC, etc.) que yo utilizo en combinación con técnicas de Psicología Energética o Tapping (EFT, TFT) tienden a generar mejorías notables en pocas sesiones.
Pablo Pérez García, Psicólogo Col. O-2138
Experto en Psicopatología
Atención en Oviedo y Gijón
Tfno: 629835699; mail: pablo@akapsico.com
Aunque es contrastable la estrecha relación entre traumas y fobias, esta no siempre es manifiesta o directa.
Si bien es muy infrecuente encontrar una fobia hacia un objeto totalmente inocuo, es decir, solemos encontrar fobias a arañas más que a mariposas y a cuchillos más que a cucharas, no necesariamente ha de ser el objeto fobígeno (el desencadenante habitual de las respuestas fóbicas) el causante de la situación traumática originaria a partir de la que se desarrolló dicha fobia (no es necesario ni frecuente que la persona haya sufrido heridas graves por cuchillo para desarrollar una fobia a los objetos punzocortantes –belonefobia, ni tampoco es necesario que haya quedado encerrado durante días en un cuarto oscuro para desarrollar una claustrofobia).
En muchos casos, la elección inconsciente del objeto fóbico viene condicionada por la edad del sujeto en el momento en que vivió la situación traumática.
Hay miedos que son normales a unas edades, como el miedo a la oscuridad o a que un monstruo salga de debajo de la cama, pero cuando permanecen una vez pasada esa etapa de la vida suponen un trastorno (una persona de 30 años con miedo a que un monstruo salga de debajo de su cama).
Una persona puede vivir una situación como traumática sin necesidad de sobrevivir a una catástrofe natural o sufrir la pérdida de un ser muy querido.
Si bien hay situaciones más potencialmente traumáticas que otras, es determinante la vivencia y la comprensión de la persona en relación a la situación acontecida para la pervivencia del trauma.
La edad con que se vive la situación traumática condiciona el aspecto de la fobia. Algunas características del contexto temporal y evolutivo, como pueden ser los miedos típicos de la edad, tenderán a quedar asociados, a través del trauma, a la activación emocional intensamente negativa, pudiendo instalárse en el futuro como desencadenantes de la respuesta fóbica.
Es también común que el objeto fóbico tenga características del contexto espacial en que se vivió la situación traumática (uno pudo vivir una situación traumática en la oscuridad o en ausencia de un ser querido y desarrollar un miedo patológico a la soledad o a la oscuridad, cuando el causante del trauma solamente estaba relacionado espacialmente con el objeto posteriormente fobígeno).
Así el fenómeno del desplazamiento es capaz de trasladar el miedo/repulsión/evitación de un objeto a otro a través de una asociación temporal o espacial, es decir, contextual. La persona fóbica experimenta la reacción de miedo/evitacion ante un objeto/situación relacionado contextualmente con el objeto/situacion causante del trauma, y no necesariamente hacia el causante directo, quedando así la relación en cierta medida enmascarada. Este fenómeno conocido como desplazamiento permite al sujeto, en una situación en la que se ve sobrepasado en sus recursos de afrontamiento para asimilar la experiencia, alejar su miedo/repulsión desde un objeto que le produce mayor conflicto hacia otro sobre el que percibe mayor capacidad y menor malestar. Esta estrategia de la psique que en un momento determinado puede resultar adaptativa y hasta necesaria, con el tiempo se convierte en el sostén principal del trastorno fóbico.
A través del tratamiento con Reprocesamiento estas relaciones encubiertas se explicitan en la gran mayoría de los casos, permitiendo identificar el verdadero causante del miedo y acelerando la recuperación. En una pequeña minoría de casos no logra identificarse la situación original traumática, lo cual no impide que reprocesando las principales experiencias de reacción fóbica, el sujeto supere en gran medida, y en muchas ocasiones por completo, su miedo y el trastorno fóbico asociado.
La psicoterapia de Reprocesamiento con Técnicas de Integración Cerebral (TIC), produce una mejoría notable en el tratamiento y pronóstico de las personas aquejadas de trastornos fóbicos respecto de un abordaje desde una perspectiva cognitivo-conductual.
Desde la orientación cognitivo-conductual el tratamiento para fobias consta básicamente de Reestructuración cognitiva, entrenamiento en relajación y exposición.
La Reestructuración cognitiva tiende a ser el primer paso en el tratamiento de la fobia desde una orientación cognitivo-conductual. Se trata de, a través del diálogo, hacer ver al paciente lo irracional, inconveniente e insatisfactorio que resultan sus reacciones fóbicas.
Sin embargo hoy sabemos que la conducta fóbica no está necesariamente mediada por la corteza cerebral, sobre la que incide la reestructuración cognitiva, de manera que este paso puede ser sumamente ineficaz. Recientes investigaciones en neurofisiología nos informan de que las estructuras amigdalinas, máximas responsables subcorticales de desencadenar reacciones emocionales negativas, principalmente el miedo, inciden sobre el hipotálamo, máximo responsable de desencadenar la respuesta neuroendocrina, a través de la cual llegamos a experimentar las sensaciones corporales características (aumento de la frecuencia cardiaca, aumento de la presión sanguinea en las extremidades para huir, parálisis en algunos casos, etc.) por dos vías distintas: una, a través de la corteza, por la cual el razonamiento, y por tanto la reestructuración cognitiva, sí mediaría en la respuesta de miedo-huida; y otra directa, que no pasa por la corteza cerebral y sobre la que, por lo tanto, no tiene ninguna capacidad de acción la corteza cerebral ni tampoco la reestructuración cognitiva del enfoque cognitivo-conductual. Esta vía directa que conecta las estructuras amigdalinas con el hipotálamo se activa en situaciones de emergencia, en las que el organismo entiende que no hay tiempo suficiente para pensar detenidamente sobre qué respuesta sería más conveniente y cuál menos, es decir, es la vía preferente de conexión estructuras amigdalinas-hipotálamo de las respuestas fóbicas, en las que la reacción al estímulo fóbico es inmediato y la necesidad de evitarlo imperante.
Esta es una razón de peso para entender porqué la reestructuración cognitiva y el enfoque cognitivo-conductual en el tratamiento de las fobias ofrecen resultados muy inferiores a los que ofrece el Reprocesamiento con Técnicas de Integración Cerebral (TIC).
Por otro lado, en la mayoría de los casos, la persona ya reconoce la irracionalidad de su conducta fóbica y, a pesar de ello, no puede evitarla. Esta es una razón por la cual la reestructuración cognitiva puede resultar tediosa para el paciente en cuanto que el psicólogo de orientación cognitivo-conductual está tratando de hacerle ver algo que ya sobradamente comprende.
Pablo Pérez García, Psicólogo, Experto en Psicopatología, Graduado TIC.
La Aracnofobia o fobia a las arañas es una de las manifestaciones de la Zoofobia o fobia a los animales más extendida.
Las personas que sufren esta fobia tienden a mantenerse alejados de sitios donde creen que puede haber arañas o donde han observado telas de araña. Sienten rechazo a entrar en un lugar en donde hayan visto una araña, aunque fuera de lejos, y habitualmente les supondrá un gran esfuerzo permanecer en ese lugar, no importando lo inofensiva que sea la araña.
La Aracnofobia o fobia a las arañas tiene implicaciones importantes para quien la sufre, como dónde escogerá vivir, dónde irá de vacaciones o en qué ocupará su tiempo libre.
Parece que la Aracnofobia o fobia a las arañas tiene relación con el miedo, frecuentemente inconsciente, a ser tragado, inmovilizado o atrapado, debido a la manera en que las arañas capturan a los insectos voladores en sus redes.
Como todas las fobias, constituye un miedo patológico e implica fuerte tendencia a huir o evitar el estímulo fobígeno. Es importante diferenciar entre un miedo adaptativo a las arañas, como el que puede experimentar una persona en cuyo entorno existen arañas potencialmente peligrosas para su salud, lo cual le permite estar alerta y detectar su presencia antes, y el terror fóbico.
En la Península Ibérica, como en toda Europa, abundan las arañas y casi todas ellas poseen veneno. Algunas de ellas, aunque pocas, son gravemente patógenas para el hombre, especialmente para niños con peso menor a 15 Kg., ancianos, enfermos coronarios, cuadros de hipertensión grave y embarazadas.
De manera que el miedo a las arañas, y el estado de alerta que la reacción de miedo desencadena y permite detectarlas más fácilmente, evitando así mordeduras que pueden causar daño físico, es adaptativo y parte de nuestro aprendizaje filogenético.
Sin embargo, cuando el miedo a las arañas es desmedido y aparece fuera de su contexto temporal, evolutivo y geográfico, puede ser perjudicial y limitar innecesariamente la vida de la persona. Es entonces cuando el miedo se convierte en fobia y la persona que lo sufre en aracnofóbica.
Es infrecuente que las personas que presentan Aracnofobia tengan una historia de intoxicación grave por mordedura, lo cual muestra que la relación entre el pasado biográfico y la sintomatología del aracnofóbico no es directa ni manifiesta en la mayoría de los casos.
En cualquier caso, las Técnicas de Reprocesamiento e Integración Cerebral, focalizadas en las situaciones en que la persona mostró esta conducta fóbica, tienden a esclarecer dicha relación, así como a reducir la sintomatología asociada. Es muy común observar cómo una persona aracnofóbica supera su miedo y cómo desaparece el trastorno mayoritaria o completamente tras pocas sesiones de reprocesamiento.
Pablo Pérez García, Psicólogo
Nota: este artículo no contiene fotos por respeto a las personas que sufren este trastorno.
Amaxofobia es la fobia a conducir un vehículo.
Debemos distinguir, como en otros casos de miedos extendidos entre la población en general, entre un miedo llevadero y un miedo extremo con fuerte tendencia a la evitación (fobia).
Aproximadamente un 33% de la población, con pequeñas diferencias según países, sufre sensaciones de estrés y ansiedad antes y durante la conducción.
Un tercio de los conductores españoles sufre este problema, en una proporción de mujeres que duplica a la de varones. Sin embargo, sólo el 6% de ellos entra en la categoría más grave, en la que el miedo se convierte en una sensación paralizante, capaz de provocar angustia (fobia que puede venir acompañada de crisis de angustia/pánico). Quienes lo padecen (un 4% de mujeres y un 2% de hombres) pueden experimentar ideas irracionales y negativas, dificultades para dormir, sudoración excesiva, temblores, dolor de estómago, taquicardias (complicaciones con otros Trastornos de Ansiedad).
Sólo en el último caso hablaríamos de trastorno fóbico.
La respuesta de estrés y emoción de ansiedad son habituales al volante y, más que constituir un trastorno fóbico, están relacionadas con las contrariedades diarias, la hostilidad y el ritmo de vida occidental. Lo que puede parecer un miedo o fobia también puede estar relacionado con un Estrés Postraumático (si ha sufrido o visto de cerca un accidente de tráfico). En este caso es común que el miedo o las sensaciones de malestar se relacionen con contextos específicos (conducir de noche, conducir por autopista, etc.)
Para reducir el malestar asociado a la respuesta de estrés al volante es interesante la práctica diaria de técnicas de relajación.
Cuando se trata de un trastorno fóbico, con o sin crisis de angustia/pánico, o de un Estrés Postraumático (TEPT) es interesante el trabajo de Reprocesamiento con Técnicas de Integración Cerebral (TIC).
En los casos de Bacilofobia y Misofobia el miedo patológico se centra principalmente en el material biológico, los olores corporales y la falta de higiene.
Estas fobias se vinculan con el aprendizaje para ir al baño y el control de los esfínteres. Además están relacionadas con la agresividad, tanto interna como externa, y la excitación sexual, así como con los aspectos escatológicos perinatales, por los que el recién nacido entra en contacto con distintas formas de material biológico (sangre, secreciones vaginales, orina e incluso heces).
Las personas que sufren estos trastornos no sólo temen ser contaminados ellos mismos, sino también el contagiar a los demás.
Son frecuentes los recuerdos en que se considera el esperma y el embarazo como algo sucio y peligroso.
Profundos enredos y una identificación con los contaminantes biológicos son, en muchas ocasiones, causa de una baja autoestima que conlleva una autodegradación y un sentimiento de repulsión hacia uno mismo. Esto suele asociarse con comportamientos que tratan de mejorar el exterior de uno, como en el caso del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). Por ejemplo, rituales que suponen un esfuerzo por evitar o neutralizar la contaminación biológica (como la persona que se lava las manos u otras partes del cuerpo de manera compulsiva). Este comportamiento puede ser tan excesivo que llega a lesionar e incluso producir sangre en la piel.
Las Técnicas de Integración Cerebral (TIC) son especialmente indicadas, por su eficacia y rapidez, para resolver trastornos de este tipo.
Pablo Pérez García, Psicólogo.
Nota: este artículo no contiene fotos por respeto a las personas que sufren este trastorno.
Somos humanos, sí, y por tanto tenemos emociones que son las que, al parecer, nos diferencian del resto del mundo animal (aunque habría que decir mucho al respecto). Podemos sentir alegría, valor, euforia, ilusión, esperanza pero también miedo, tristeza, desilusión e incluso estrés. Todas estas emociones forman parte de nuestro bagaje propio y personal y son las que nos permiten disfrutar con alegría de una fiesta entre amigos, ilusionarnos ante una nueva relación o trabajo, sentir el amor que recibimos y damos pero también evitar algún peligro gracias al miedo, huir del mismo gracias a la activación que proporciona el estrés.
Es decir, nuestras emociones no son malas sino necesarias. El estrés no es perjudicial en sí mismo ya que permite que tengamos el ritmo de actividad necesario para el día a día; el problema surge cuando esas emociones se disparan desproporcionadamente, apareciendo en situaciones que no se ajustan a esa reacción e incluso manifestándose antes de que siquiera ocurra la posible situación, a veces simplemente con imaginar o pensar en ella.
Así, en ocasiones, la ansiedad, el estrés, el pánico parecen dominar nuestra vida en lugar de la alegría, ilusión y esperanza comentadas anteriormente. Ese tipo de emociones no sólo interfieren a nivel psicológico sino que interfieren de forma notable en nuestro entorno personal, familiar, profesional, social y, por supuesto, en nuestra salud.
En cardiología, por ejemplo, se utiliza un dispositivo que mide la Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca (VFC), es decir, las variaciones de los intervalos entre los latidos del corazón regulados por el Sistema Nervioso Autónomo que también se ocupa de la respiración, temperatura corporal, presión sanguínea, metabolismo, función inmunológica, entre otros procesos “involuntarios” de nuestro organismo.
Pues bien, estudios realizados de VFC sobre personas sanas y enfermas han demostrado que a mayor variabilidad del ritmo cardiaco mas sano está el corazón y por tanto el organismo.
Se ha comprobado, asimismo, que las emociones mal gestionadas alteran notablemente la VFC, de ahí la importancia de contar con una herramienta o técnica que permita realizar esa gestión de forma correcta, tarea que EFT cumple con creces.
Las emociones tienen una clara influencia sobre nuestro cuerpo y nuestra vida, por lo que podemos deducir que eliminando los bloqueos producidos por las mismas de paso ayudaremos a eliminar también cualquier malestar físico o psicológico donde esas emociones negativas estén influyendo, como, por ejemplo:
Miedos, Fobias, Estrés, Depresión, Pánico, Ansiedad, Claustrofobia, Inseguridad, Ira, Culpa, Dolor de cabeza (migraña), Dolor físico en general, Alergias, problemas de piel y así se podría continuar la lista casi indefinidamente.
La Ansiedad, el estrés, la tristeza, la ira y el miedo o fobia se resuelven bien desde la psicología tradicional, aunque a veces lleva demasiado tiempo y se puede sufrir en cierto modo al intentar solucionarlo.
Con EFT (Técnicas de Liberación Emocional) el sufrimiento en la recuperación se reduce al mínimo y se acelera el tiempo necesario para eliminar el problema.
Juan Pedro Valencia
Psicólogo, Madrid
eftpsicologia@yahoo.es
http://eftpsicologia.atspace.com
Las personas con alta hostilidad responden a gran variedad de estímulos con elevada reactividad simpática, que genera mayor actividad cardiovascular y endocrina. Ambas sobreactivaciones aumentan la posibilidad de sufrir arteriosclerosis. La arteriosclerosis o estrechamiento de las arterias puede ser producida por ambos fenómenos, uno mecánico (presión sanguínea) y otro bioquímico (adrenalina, noradrenalina, cortisol). El síntoma más común de la arteriosclerosis es la angina de pecho, debido a que no llega suficiente sangre al corazón. También hay posibilidad de trombosis.
Además la hostilidad va acompañada de la emoción de ira, que por si sola ya genera inhibición parasimpática, con lo que el sistema inmunológico pasa a funcionar deficientemente y, en general, todos los procesos de recuperación del organismo destinados a preservar la homeostasis o equilibrio general del organismo. De este modo la persona hostil e iracunda es más susceptible a padecer enfermedades.
La hostilidad genera cinismo (los demás son percibidos como egoístas e interesados), desconfianza y denigración del otro. Este sesgo cognitivo condiciona la motivación para establecer vínculos sociales, que disminuye, y moldea el estado anímico con que nos acercamos a los demás: más desconfiado, más cínico. Esto provoca por sí mismo un deterioro de la calidad de la relación, con el consiguiente rechazo del otro. Todo ello reduce el apoyo social para la persona hostil, y cuando vive conflictos emocionales o pasa por problemas carecerá o desaprovechará las muestras de afecto y apoyo, que tan buen resultado dan para resolver problemas. Consiguientemente, los estados anímicos de la preocupación (pensamiento displacentero hacia el futuro) y la rumiación (pensamiento displacentero hacia el pasado) se alargarán y se harán más profundos al no verse beneficiados por el apoyo social. Así estos trances de bajo bienestar se dilatan y agravan, y disminuyen los niveles de salud en general.
La hostilidad parece producir una disminución de la salud de manera indirecta a través de la potenciación de hábitos insanos, tales como fumar, beber alcohol o comer en exceso.
La focalización de la atención en el cinismo, la desconfianza, etc. provoca un mayor acercamiento a estímulos de este tipo, con lo que la persona se ve envuelta en sucesos vitales estresantes más a menudo, lo cual, pronunciado por la falta de apoyo social, aumenta los perjuicios en salud.
La hostilidad, al generar peores estrategias de afrontamiento (pesimismo, centrado en las emociones, etc.) también puede incrementar el riesgo de padecer ansiedad y depresión que, además de su gravedad intrínseca, pueden generar otros trastornos para la salud.
La hostilidad también produce un incremento de las emociones negativas, que por si solas producen mayor reactividad fisiológica con la consiguiente perdida de homeostasis.